Introducción La zona protegida ocupa un total de 5.107 ha repartidas entre los municipios de Yaiza y Tinajo, en lo que supone la región volcánica más extensa de las islas Canarias, y se halla rodeada por el Parque Natural de los Volcanes, salvo al O., donde cuenta con 11 km de litoral acantilado con escasas playas. En este ecosistema marítimo se encuentran diversas formaciones de origen volcánico, como bufaderas y hervideros, bajas y playas de arena negra, y lajas. Hacia el interior, se levanta un macizo en el que pueden distinguirse tres unidades principales: el macizo del Fuego, que culmina a 510 m de alt.; el conjunto de Timanfaya, con los “hornitos” externos, diminutos volcanes producidos durante las últimas erupciones de 1730 y 1824 por violentos escapes de gas aprisionado en las coladas incandescentes; y el conjunto de Los Miraderos, Caldera de los Cuervos, Montaña de los Rodeos y Pico Partido. El parque muestra materiales volcánicos recientes que cubren buena parte de los terrenos correspondientes a erupciones anteriores, especialmente lapillis o arenas, además de campos de lava, también llamados “malpaíses”, que corresponden a coladas de materiales piroclásticos. En el Valle de la Tranquilidad, no obstante, se pueden observar los depósitos de las columnas de ceniza o piroclastos de los antiguos procesos eruptivos. La máxima concentración eruptiva corresponde a las Montañas del Fuego, caracterizadas por su anomalía térmica, más acusada en el Islote de Hilario, en cuya superficie se registra una temperatura de 150°, que asciende hasta llegar a los 400° a 6 m de profundidad. Estas estructuras geomorfológicas de gran diversidad no fueron degradadas por la meteorología, pues el clima subdesértico de la isla no influye de modo determinante sobre ellas. Así, el parque conoce prolongadas temporadas de sequía entrecortadas por precipitaciones, que, si bien son de carácter torrencial, no superan los 125 mm de media anual. Para mitigar estos factores adversos, los suelos tienen la capacidad de retener gran parte de la humedad, y las fuertes rociadas nocturnas aportan cantidades de agua suficiente para la supervivencia de la flora, que también se aprovecha de la humedad de los vientos alisios. Pese a la aridez de la zona, dentro de los límites del parque crece el 36% de las plantas existentes en la isla. La manifestación vegetal más extendida está constituida por comunidades inferiores, con unas doscientas especies de liquenes, cinco de algas y entre doce y quince de musgos. Estas plantas, que prosperan durante las estaciones húmedas, sobreviven en estado de desecación durante las sequías. Otra forma vegetal muy extendida es la flora vascular, representada con 177 especies, entre ellas varios endemismos. La mayor parte de la flora superior se encuentra en los islotes, pequeños reductos de tierra donde, al no haberse visto afectados por las coladas de lava, crecen especies como el Aeo-nium, la tabaiba dulce y el verode; la aulaga majorera abunda tanto en estos islotes como en los malpaíses. En las laderas de las Montañas de Fuego prosperan los juncos, gracias a la humedad que retienen las arenas y lapillis. Otras plantas, como la tabaiba salvaje, la tedera, la salvia de risco, la hierba de risco, el tomillo y el tarajal se encuentran amenazados por el tabaco bobo (Nicotiana glauca), procedente de Sudamérica, y que la administración del parque trata de erradicar desde hace algunos años. Por otra parte, también se intenta controlar la expansión de la vinagrera o calcosa (Rumex lunaria), especie neófita con una alta tasa de regeneración. La fauna terrestre del parque se reduce a invertebrados como el largato de Haría (Gallotia atlantica). En cuanto a las aves, aunque muchas veces se limitan a sobrevolar la zona, se pueden observar cuervos, cernícalos vulgares y alimoches, llamados “guirres de Canarias”. La paloma silvestre (Columba livia), junto a la pardela cenicienta (Calonectris diomedea), presente en la franja litoral, son unas de las pocas aves que nidifican en el parque.