Urrea
Introducción Linaje de la nobleza aragonesa cuyo apellido procede del castillo de Urrea de Jalón (Zaragoza), que alcanzó una notable influencia en la Corona de Aragón durante los siglos bajomedievales. Su origen se remonta al infante Maximiliano, hijo natural del duque de Baviera y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, Enrique IV (1056-1106), que en los últimos años del s. XI se trasladó a la corte aragonesa para apoyar las labores de reconquista de Sancho Ramírez (1063-1094) y participó en la campaña de Barbastro (Huesca), primero, y más tarde en las de Alfonso I el Batallador (1104-1134). En 1119, durante una de las campañas de este último, consiguió el castillo de Orreia (Urrea de Jalón). Fue su hijo Ximeno, no obstante, quien adoptó el nombre de Urrea, que pasó a sus descendientes. Durante los dos siglos siguientes, las diferentes ramas del linaje prosperaron paulatinamente, al amparo de las labores de Reconquista y de su presencia cerca de la corte, de tal modo que uno de sus primeros miembros destacados, Ximeno de Urrea, se erigió, a finales del s. XIII, en uno de los cabecillas de la Unión aragonesa, de la que ejerció como embajador en 1286 ante Alfonso III el Liberal (1285-1291). Ximeno de Urrea era ya por entonces señor del castillo de Tierga, que en 1267 había intercambiado con Jaime I de Aragón (1213-1276) por los señoríos de Híjar y Urrea de Gaén; de Aladrén, Alcañiz, Luco y Paniza, al menos desde 1276; de la baronía de Alcalatén, y de los castillos de El Bayo (Sádaba) y Biota (ambos en la com. de las Cinco Villas, Zaragoza), ya desde 1296. Otros miembros del linaje también ocuparon altos cargos eclesiásticos, como es el caso de Miguel Ximénez de Urrea (v. Ximénez de Urrea, Miguel –), que llegó a ser obispo de Tarazona (1309-1317). El rebrote de la cuestión de la Unión a mediados del s. XIV tuvo de nuevo como protagonistas a los Urrea. Juan Ximénez de Urrea el Viejo fue uno de sus cabecillas, que encontró la muerte en la Batalla de Épila (1348), y su hijo, Juan Ximénez de Urrea el Joven, acaudilló las tropas aragonesas que acudieron a los escenarios bélicos de Morella (Castellón) y Valencia, y cayó prisionero también en Épila, donde al parecer, poco después, fue ejecutado por orden del realista Bernat de Cabrera. Su activa oposición a la Corona no incidió en la situación social del linaje. En 1384, Lope Ximénez de Urrea, que continuaba siendo uno de los ricoshombres más poderosos del reino, obtuvo el señorío de Aranda de Moncayo (Zaragoza), y en 1393 compró a Francisco de Perelló el señorío de Épila y el vizcondado de Rueda; a partir de ese momento, la villa de Épila se convirtió en el solar principal del linaje. Paralelamente, otra de sus ramas, encabezada por Ximeno de Urrea, concentró sus posesiones en torno al señorío de Biota, constituido en vizcondado en 1457, que poseía también El Bayo y Almonacid de la Sierra. A esa rama pertenecía Jerónimo Ximénez de Urrea (v. Ximénez de Urrea, Jerónimo –), poeta y novelista caballeresco, a la par que militar –guerreó en Italia, Alemania y Argel al servicio de Carlos I (1516-1556)–, que al fallecer en Nápoles (h. 1573) sin descendencia hizo revertir sus títulos en la rama mayor de la familia. Durante el s. XV, los Urrea cambiaron su oposición a la Corona tras la subida al trono de los Trastámara (1412). Ya se habían enfrentado con Jaime de Urgel, candidato a la Corona aragonesa tras la muerte de Martín I el Humano (1396-1410), cuando éste ejercía como lugarteniente general de Aragón, provocando graves disturbios en Zaragoza (1408); y con la subida al trono de Juan II (1459-1478) cooperaron activamente con la monarquía. Pedro Ximénez de Urrea (m. en 1469), arzobispo de Tarragona, participó en las negociaciones que concluyeron con la Concordia de Villafranca (1461), tras la guerra civil emprendida por la Generalitat de Cataluña contra Juan II (1450-1462). Lope Ximénez de Urrea (m. después de 1469) fue también consejero del monarca y virrey de Nápoles (1459-1469); parece probada su influencia para que Juan II nombrara al futuro Fernando I el Católico de Aragón (1478-1516) corregente del reino de Sicilia. Precisamente fue a su hijo, también llamado Lope Ximénez de Urrea, a quien Fernando I concedió el título de conde de Aranda (1488). Así, desde entonces los Urrea fueron conocidos como los condes de Aranda, con Grandeza de España desde 1640. Durante el s. XVI destacó Pedro Manuel Ximénez de Urrea (v. Ximénez de Urrea, Pedro Manuel –), poeta activo en la primera mitad del siglo, y en la centuria siguiente Francisco Jiménez de Urrea y González (v. Jiménez de Urrea y González, Francisco –), historiador, matemático y cronista de Aragón, m. en 1647. Pero, sin duda, el personaje más célebre de la familia fue el X conde de Aranda, que llegó a ser ministro primero de Carlos III (1759-1788; v. Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, X conde de –).
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